En esa pedazo cola que hicimos, los chavales de al lado nos preguntaban si habíamos traído droga, por el tema de los controles:
-¿Nosotros droga? Q va tío, para q jugártela.
- ¿Pero ni porros?
Para q negar lo evidente, estábamos rulando un peta en ese mismo momento… nos estábamos adentrando en el Viñarock y sabíamos q ahí más q en ningún sitio, todo estaba permitido. Supongo q se considera un recinto privado y se prohíbe la entrada a los cuerpos de seguridad salvo por casos extremos. Menos mal.
Al llegar a la taquilla donde nos canjearon las entradas, q emoción, q alboroto, otro perrito de Amoroto; por fin teníamos la preciada pulsera. La verdad es q según la vimos no pareció una mierda q iba a durar un cagao, parecía un trozo de etiqueta de botella Coca cola con un trozo de adhesivo, pero la verdad es q aún la tengo puesta. Recuerdo que cuando íbamos a la cama (bueno, al saco) Celaya dijo como q se jodería por la noche, y dijeron desde alguna otra tienda: “Sí, tu intenta joderla”.
Una vez dentro, pasamos una primera txozna. Ok, ya sabemos donde está la priba, el hielo, el tabaco… seguimos andando en busca de un hueco libre para poner las tiendas q estaban por llegar, y me quedé flipado: nunca había visto tantas tiendas, en serio, era exagerado. No puedo ni hacer un cálculo, eran miles de tiendas separadas por menos de un metro entre ellas, la sensación de masa era latente. Me quedé asustado: “coño, donde nos estamos metiendo”.
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